martes, 3 de mayo de 2016

Don Quijote

Alonso Quijana como un hombre no excesivamente rico, incluso se podría decir que era mas bien pobre.
También no describe la edad de este peculiar personaje "50 años" y de su peculiar ama de llaves que pasaba de los 40.
Este buen hombre tenía era de complexión recia, madrugador y gran aficionado a la caza.
Este peculiar personaje era gran amante de las novelas de caballería y tenía como escritor favorito a Feliciano de Silva. Tal fue la obsesión por estos libros de caballería que decidió convertirse en caballero. Para llevar a cabo esta extraña aventura tubo que coger y limpiar las armas de sus bisabuelos, las cuales tubo que preparar para su uso.
Para poder convertirse en un buen caballero necesitaba las siguientes cosas:
  • Un nombre para él mismo: pues todo caballero que se precie tenia un nombre apropiado para tal faena. Decidió ponerse como nombre Don Quijote de la Mancha, idea que sacó de Amadís de Gaula.
  • Un nombre para su caballo: Al cual puso como nombre Rocinante, ya que el pobre caballo no se encontraba en su mejor momento.
  • Una mujer a la cual dedicarle todos sus triunfos y glorias, ya que en aquellos tiempos un caballero no podía comportarse como tal si no tenía una mujer a la que dedicarle sus triunfos.


Don Quijote a medida emprende su primera salida antes del amanecer.
Por el camino se iba haciendo preguntas sobre él mismo y sobre su futuro como caballero y llego a la conclusión de que en realidad no era un caballero pues no llevaba armas blancas como cualquier los caballeros de sus novelas, pero después de mucho pensar pudo mas su locura que su cordura pues siguió pensando que era un perfecto caballero. A medida que cabalgaba iba imaginándose que sería un caballero famoso y que aparecería en los libros de caballería por sus grandes hazañas.
Comenzó a anochecer y Don Quijote se introdujo en una venta para pasar la noche. Allí encontró a dos mujeres a las cuales comenzó a elogiar y alabar, las dos mujeres comenzaron a reírse de su forma de hablar y de que no se daban por aludidas de tales piropos. Don Quijote comenzaba a enojarse, pero en ese momento apareció el ventero que le ofreció comida, un lugar para dejar el caballo y un buen lugar para dormir.
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